lunes, 26 de noviembre de 2007

EN DEFENSA DEL RASQUINBALL

Uno no sabe muy bien en qué momento o por qué se da, pero lo cierto es que cuando a uno le rasca una, le rasca una y algo hay que hacer para mitigar la molestia. Las mujeres cuando ven a un hombre haciendo uso del “rasquinball” ni se imaginan lo que esa comezón puede hacer en un varón, por muy macho y muy de la guardia suiza que sea.
Lo cierto es que el rasquinball no es algo que se hace por gusto, o por hobbie, porque uno quiere o porque no hay nada para hacer sino porque fisiológicamente uno siente que tiene clavado un alfiler en una y toca porque toca hacer algo.
La cosa comienza, como les decía, como con un alfilercito que se le clava a uno allí, en plena pelotica. Dadas las normas de etiqueta que tan bien saben ejercer los colombianos, lo primero que se trata de hacer es el cruzado de pierna, el movimiento adelante y atrás de cadera que no se note mucho, la conjunción de rodillas, como esperando que las repercusiones se sientan más arriba. Algunas veces con ello basta, lo que estaba molestando se corre el milímetro que uno necesita, pero en otras no. Entonces comienza el padecimiento para el pobre afectado. Lo más lógico sería mandar la mano a la bragueta, pero no, la picazón se da precisamente en el momento del coctel en el cual uno tiene a la esposa del jefe al frente, conversando con otras cuatro distinguidas damas de sociedad, momento en el que el protagonista no se puede salir ni un ápice del libreto.
Es ahí cuando se empieza a utilizar el poder mental y el afectado manda como corrientazos con una manito virtual para que haga el imperioso procedimiento. Realmente se necesita ser Tony Kamo o no sé quién para que la cosa funcione, pero como uno no es mentalista efectivamente no es posible, no se puede sacar eso que pica, que ataca, que hiere con ganas, con fuerza, como si se le quisiera comer los espermitas que con tanto recelo se guardan adentro.
Y la pelota del pelota sigue bajo amenaza. Se aprovecha un chiste para moverse nuevamente con un pasito de talones, pero nada. Allí es cuando una vez agotadas todas las demás instancias se da paso a la táctica manual, es más, a la digital, cuando el tipo pone pulgar e índice en la misma posición de cuando se va a matar un piojo o una pulga y procede a sanar de una vez por todas eso que está reprimido.
La sensación no se la imaginan las mujeres, es como tomarse una gaseosa después de un partido de fútbol a las 12:00 m. o una cerveza el viernes a las 6:03 de la tarde. En las tres ocasiones uno dice: ¡ahhh!
Lo curioso es que si uno fuera a ver con lupa, a buscar entre los boxers, no había nada extraño, nada fuera de lugar, sólo una pelotica al lado de la otra, nada de animales, de taches o vidrios. Por eso ni la ciencia moderna, ni Patarroyo con sus micos de promoción se han preocupado en dar respuesta. Sólo ocurre, sólo pasa. Duele, rasca, molesta porque sí, porque a ellas les da la gana o porque también quieren llamar la atención, ser como más humanas, no sólo el planeta de los espermas, un mundo que se rige por sus propias reglas y donde nadie puede entrar, son como las Chávez del cuerpo humano. Son las más ricas y tienen la sartén por el mango.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

tiene mucha razon

Anónimo dijo...

lo de !!!haaa¡¡¡ es muy cierto, es un descanso ni el macho, y lo pero de todo es q cuando nadie lo esta viendo no sucede pero cuando se encuentra en medio de una multitud si se dá el caso, pero ni forma, así q a jugar rasquinball sin pena.