lunes, 19 de noviembre de 2007

LA PILA DE LA NAVIDAD

¿A quién se le ocurre darle a uno como traído de Niño Dios el carrito de control remoto, el súper avión lleno de foquitos y sonidos sorprendentes o el robot de los sueños sin las verracas pilas? Al papá de uno.
Ellos piensan en todo, desde octubre están en la rebajona de precios tratando de comprar el juguete que va a dejar boquiabierto al muchachito. Le hacen propaganda, lo ilusionan y confunden y al final, cuando llega el momento culmen al niño no le cabe la alegría en los ojos, es un momento mágico, hasta que lo destapa, le da “on” y no prende y por allá perdido aparece un mensaje en inglés: “baterías no incluidas”.
Y empieza la carrera, es como ver a los papás en The amazing race. El primer paso era “atracar” el radio viejo de la abuelita para sacarle las pilas pero nada, las del juguete son de otro tamaño. Luego de cinco minutos en los que revisaron todos los aparatos de pilas de la casa, se les ve saliendo de la casa corriendo desesperados buscando un par de pilas. Pobres papás tocando las puertas de las tiendas del barrio como si jugaran rin rin corre corre y nadie les abre. No se entiende muy bien la escena del alegato entre papá y mamá a lo lejos buscando pilas entre los vecinos, con los invitados en la puerta, unos bailando, otros entreteniendo al niño con el juguete nuevo e inservible y mientras tanto agotando opciones, preguntando de casa en casa a quién le sobra un par de pilas hasta que o aparecían con un sentimiento de culpa el verraco o llegaban hasta el muchachito con el premio mayor de las pilas y él ya estaba jugando con el regalo más barato de todos los aguinaldos.
Hablando de todo, una cosa que nunca entendí en mi racionamiento de niño era por qué mis papás sabían tanto del juguete en cuestión. Supuestamente era una sorpresa para todos, pero ellos sabían cómo andaba el carro, qué había que hundirle al control, etc. Ya cuando la torta se cambió y yo era el que les explicaba cómo se cambiaba la aguja del tornamesas o como se cuadraban los primeros relojes digitales ya no fue tan emocionante, ya lo sabía todo, es más, sabía demasiado.

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